Poner Límites no es un acto egoísta

¿Qué visión tenemos de poner límites en nuestras relaciones? ¿Qué nos impide ponerlos?

En este artículo voy a darte la respuesta a estas preguntas y voy a darte algunas claves importantes para poder poner límites de forma sana. 

¿Qué significado tiene poner un límite en el ámbito emocional?

Poner límites es establecer una línea o frontera en nuestra relación con los demás a partir de lo que necesitamos. Expresamos lo que queremos o lo que no teniendo en cuenta nuestras necesidades y las necesidades de la otra persona. 

Es un espacio físico, mental y emocional en el que nos sentimos protegidos. Por lo tanto, no es un acto egoísta y nos aporta salud mental.

A simple vista, parece algo favorable para nosotros, ¿verdad? Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto ponerlos?

 

¡Vamos a verlo!

 

  • Hemos interiorizado el hecho de poner límite desde la autoridad, desde el “aquí mando yo”, “vas a hacer lo que te digo porque soy tu madre o tu padre”, “si no haces lo que te digo te castigaré”.

  • Nuestras heridas de la infancia pueden generarnos miedos a la hora de poner límites como miedo al rechazo, miedo al conflicto, a las consecuencias que se pueden generar. Miedo a no complacer al otro y que no me quiera, miedo al abandono si expreso lo que quiero o necesito.

    Estos miedos van acompañados de inseguridades y baja autoestima. 

     Si a la hora de poner límites los ponemos desde la autoridad (sin ver al otro), desde la ira, la rabia o nos genera gran tristeza hay herida. Seguro.

  • En función de lo que hayamos vivido y aprendido cuando éramos pequeños va a ser más importante satisfacer las necesidades de los demás que las nuestras.

  • No nos han enseñado a reconocer nuestras necesidades en la infancia y ahora, en la edad adulta, es muy complicado hacerlo.

  • No nos atrevemos a decir “no”. Una de las razones, aparte de las que te menciono en los puntos anteriores, son determinados introyectos como el “qué dirán si…” o los “tienes/debes…” 

    Te explico un secreto:
    hay una ley o una norma no escrita que dice que todo el mundo tiene derecho a pedirnos lo que sea y nosotros tenemos todo el derecho a acceder o negarnos, en función de cómo nos sentimos con eso que nos piden y nuestras necesidades. Si al que hace la petición no le gusta nuestra respuesta, nos ataca o reacciona mal, quizás debe trabajar el que le digan que no y su frustración. Y nosotros pensar si es una relación sana. En el caso de decir que sí o acceder a lo que nos están pidiendo hemos de ser conscientes de lo que nos genera. Si lo que nos genera es rabia o tristeza, por ejemplo, muy probablemente no estemos accediendo teniendo en cuenta lo que queremos sinó para satisfacer al otro o por obligación. Es entonces cuando tenemos que hacernos algunas preguntas siendo muy sinceros y coherentes con nosotros mismos.

  • Hacemos nuestros o adquirimos los problemas de los demás.  Detrás de esto puede haber una necesidad nuestra de que la otra persona no sufra. Desde esta mirada no estamos accediendo a nuestras necesidades y muy probablemente queramos “salvar” al otro sin darnos cuenta que no le hacemos ningún favor anulando la capacidad de adquirir herramientas para solucionar su problema.

  • Nuestras creencias limitantes, valores y estructura: lo que vivimos en nuestra infancia en relación a nuestra manera de relacionarnos en el núcleo familiar va a marcar nuestra manera de relacionarnos con los demás. Podemos normalizar creencias, valores, estructuras y acciones que en la edad adulta nos pueden llevar a aceptar cosas que no podemos aceptar. Ejemplos de esto es el maltrato en la relación de pareja o una relación tóxica con la figura materna. En muchas ocasiones, solo nos damos cuenta de que algo no funciona cuando hablamos con otras personas o en terapia y nos hacen ver lo que estamos viviendo. 

Beneficios de poner límites

Superadas las dificultades a la hora de poner límites o siendo conscientes de ellas, ¿qué beneficios podemos obtener poniendo límites?

 

  • Conocerte a ti mismo: va a permitirte saber qué necesitas, qué quieres, qué límites te has puesto tú hasta el momento, qué es lo que te impide ponerlos, cuáles son tus heridas, que has normalizado y que no, etc. Vas a poner conciencia sobre estas cuestiones, que es la herramienta imprescindible para poder cambiar, actuar y empoderarte. Es la manera de poder adquirir la responsabilidad sobre ti.

    El autoconocimiento no es algo que podamos conseguir solos. Necesitamos un profesional a nuestro lado que nos acompañe y nos guíe en este camino. Por lo tanto, el primer paso es pedir ayuda.

  • Respetarte a ti mismo: si queremos que los demás respeten lo que necesitamos, antes tenemos que hacerlo nosotros. Poner límites no solo es solo un trabajo hacia afuera. También necesitamos ponernos límites para querernos y ser coherentes con nosotros mismos. Muchos de nuestros pesares hoy tienen su origen en no ser coherentes, sobre todo, con nosotros mismos. Con un equilibrio entre lo que hacemos y lo que queremos. Y en este punto tiene mucho que ver el autocontrol y nuestra fuerza de voluntad que se desarrolla con los años y que nos han de haber enseñado a adquirirlos.

  • Mejorar tus relaciones: en este punto es importante para mi mencionar el estilo de apego, es decir, la forma que tenemos de relacionarnos con nuestra pareja, hijos, amigos, entorno y que tiene su origen en el vínculo primario con nuestros padres y/o figuras de referencia. Tener información de cuál es nuestro estilo de apego nos va a dar mucha información y respuestas a la hora de poner límites. Vas a entender muchas cuestiones sobre ti. Es una herramienta para el autoconocimiento.

Poniendo límites vas a poder establecer relaciones con los demás desde la sinceridad, la empatía y el amor hacia ti mismo y hacia el otro.

Algunas claves para poner límites

Ya sabemos que poner límites no es nada fácil. A continuación me gustaría proporcionarte algunas herramientas para conseguirlo:

  • Sé honesto/a y coherente contigo mismo/a. 

  • Autoconócete mejor.

  • Es importante que sepas que lo difícil en realidad, no es poner límites sino mantenerlos. No se aceptan chantajes ni manipulaciones externas.

  • Haz saber al otro/a por qué pones el límite, qué necesitas y qué sientes. Hazle saber qué es lo qué te ocurre cuando no respeta ese límite y las consecuencias que tendrá no respetarlo.

    ATENCIÓN: esto no es una amenaza. Le estás comunicando a esa persona la distancia que necesitas para que vuestra relación sea sana.

Los límites en la infancia

Sigue leyendo, aunque no seas madre o padre. Me gustaría puntualizar algunas cuestiones con las que vas a entender muchas de las cosas que te he explicado. Y quizás, lo más importante, vas a poder entenderte a ti mismo/a y cambiar la visión hacia los límites. Los puntos que leerás a continuación sirven para todo el que acompañe a un niño/a o adolescente.

 

  • Un niño o niña tiene la NECESIDAD y el DERECHO a que sus padres o figuras de referencia (abuelos, profesores, etc) le pongan límites.

    Esta idea es fundamental. Un niño o niña al que no se le ponen límites es un niño o una niña “perdido”. Necesita contención desde que es pequeño para poder crecer y avanzar. 

    Siempre pongo el mismo ejemplo: 

    Imagina que vas por tu ciudad con coche o moto y no hay señales de tráfico. ¿Qué crees que pasaría? Caos absoluto. Ese caos y sensación de estar “perdido” es lo que se instala en el niño o en la niña cuando no se le ponen límites o cuando nos los saltamos a la torera o no los mantenemos.

  • La verdad es que en la práctica te das cuenta de que no hace falta poner muuuuchos límites. Sí los necesarios con su correspondiente consecuencia si no se cumple. Y digo consecuencia natural, no castigo que está muy estudiado que no sirve de nada.

  • Poner límite con los niños también nace de nuestra necesidad. Como dice Pilar de la Torre (experta en Comunicación NoViolenta): nuestra necesidad es que el niño no meta los dedos en el enchufe, la suya no va a ser esa sino jugar y descubrir. Va a ser necesario ponerle el límite y ofrecerle otras maneras de satisfacer su necesidad. Para ello va a ser imprescindible conocer también sus necesidades y no poner el límite “porque sí o porque no” desde la autoridad.

  • Va a haber límites que podemos modificar o pactar cuando sean más mayores pero va a haber algunos que los vamos a tener que poner por seguridad o para que puedan vivir en sociedad, para que puedan aprender a respetar al otro.

  • Hoy hemos pasado de un extremo al otro. Es decir, del poner límites de una forma muy autoritaria a no ponerlos. Aquí hemos de tener cuidado. El no poner límites no solo afecta al caos propio del niño o del adolescente que no va a saber encontrarse sinó a su relación con los demás. Es aquí donde podemos encontrar al/la narcisista más tarde, por ejemplo.

    No poner límites desde la infancia va a conllevar un gran malestar en el pequeño lo que va a expresar en sus conductas y demandas indirectas. Y esto se va a reflejar en la adolescencia donde nos entran todas las prisas por poner límites ya que pueden aparecer conductas propias de la etapa que nos lleven a ello. No, los límites han de ponerse desde la infancia viendo las necesidades de cada niño o niña y las nuestras como madres y padres. Con respeto hacia ellos. También es importante explicarles cómo nos sentimos si no se respetan dichos límites. 

  • Es imprescindible detectar las necesidades del pequeño y ayudarle a verlas y reconocerlas para que las pueda reconocer cuando sea adulto/a.

  • Tu historia y experiencia con los límites va a ser determinante a la hora de poner límites a un niño/a.

  • Recuerda que los niños aprenden de lo que ven sobre todo de mamá, papá o de las personas que son más cercanas y con las que crean vínculo.

Me gustaría acabar este artículo con una idea que es importante:

Poner límites no es un acto egoísta. Poner límites es un acto de amor hacia uno mismo y hacia los demás.

Te mando un fuerte abrazo.

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